jueves, 8 de diciembre de 2011

my sweet obsession 43

Comencé a desabrochar los botones de su camisa, mientras
depositaba pequeños besos en lo que había visible de su piel. Una de sus manos bajo caliente por
mi espalda, quemándome por dentro.
Si, iba ser mía, ahora ella iba a ser solo mía…

—Justin, ¡Justin! —abrí mis ojos algo sobresaltado. Miré a mí alrededor y estaba acostado en

la parte de atrás del auto. Miré al frente y la vi parada con la puerta abierta – Llegamos a tu
casa, sal del auto.
Solo había sido un sueño. Un maldito sueño.
—¿Por qué me despertaste? —le pregunté mientras lograba sentarme —Estaba por hacerte mía
en mis sueños…
Entrecerró los ojos y me miró mal.
—Eres un sucio —me acusó.
Me ayudó a salir del auto, y me ayudó a caminar hasta mi departamento. El sabor de sus labios
había sido tan real, que puedo jurar que eso no había sido un sueño. Llegamos y ella abrió la
puerta. Al parecer no había nadie.
—¿Dónde está Tay? —le pregunté.
—Debe estar por ahí, no lo se —me dijo ella con dificultad ya que casi podía decirse que me
estaba arrastrando hacia dentro —¿Podrías ayudarme un poco? Si no te has dado cuenta pesas el
doble de lo que peso yo, y no puedo cargarte…
Me incorporé bien y ella suspiró. Caminamos hasta el cuarto. Al fin iba a dormir en mi cama.
Entramos y ella me ayudó a acostarme. Suspiré aliviado.
—Bueno, ya estas sano y salvo en casa. Ya me voy —me dijo.
—No, no te vayas —le pedí.
—Tengo que irme, Justin…
—Quédate hasta que me duerma, por favor —le rogué.
—Está bien —dijo soltando un suspiro.
Se sentó en el suelo, justo a mi lado. La miré fijo a los ojos, y traté de entender mi necesidad
de que se quedara.
—¿Puedes darme tu mano?
Despacio levantó su mano y tomó la mía. Sus fríos dedos se entrelazaron con los míos, que
estaban calientes. Su mano era el doble más pequeña que la mía, el doble de frágil y el doble de
suave…
Cerré los ojos y acerqué nuestras manos a mi pecho. Quizás así no se pueda ir cuando me duerma,
o quizás si.
Comencé a despertarme porque mis ganas de ir al baño me estaban llamando. Cuando sentí que mi
cabeza despertaba, sentí un terrible dolor allí. Cerré los ojos con fuerza, para persuadir un
poco al dolor. Y entonces sentí que algo estaba entrelazo con mi mano. Abrí un ojo y miré que
era. Era otra mano. Entonces levanté la cabeza y la vi allí.
Sentí como mi corazón se aceleraba al ver que ella estaba allí, con la cabeza apoyada sobre el
borde del colchón, y con los ojos cerrados. Se quedó, no se fue. Me puse a mirarla fijamente, me
puse a observar las delicadas líneas de su rostro. Intenté buscarle algún defecto, como tantas
veces, pero no lo tiene. Ella simplemente es perfecta. Levanté mi otra mano y con cuidado acaricie
su mejilla. Se movió un poco y arrugó la nariz, pero no se despertó.
—Arriba Justin, ya traje a Betty y...
—Shhhhhhh —le dije cuando lo vi entrar. Zachary me miró bien – Cállate que vas a despertar a
la bella durmiente.
—¿Qué hace ella ahí? —me preguntó en voz baja.
—Me cuida —le dije con una pequeña sonrisa.
Soltando su mano con cuidado me levanté de la cama. La alcé en brazos y la acosté en la misma,
para que pudiera seguir durmiendo, un poco más cómoda. Sali con Zachary del cuarto y caminamos
hasta la cocina. Fruncí el ceño extrañado al no ver a Rose por ahí.
—¿No has visto a Rose? —le dije a mi amigo.
—¿Sabes que hora es? —me dijo él. Negué con la cabeza —Justin, son casi las 5 de la tarde.
Rose se fue hace una hora.
—¿Qué? ¿Las 5? —dije sin poder creerlo.
—Si, dormiste como nunca —dijo divertido.
Nos acercamos a la mesada y nos preparamos un café. Tal vez con eso, este terrible dolor de cabeza
se me iría de una vez. Estuvimos hablando un poco más, hasta que los dos sentimos los pasos de
alguien. Miramos hacia el pasillo y venía caminando hacia la sala. Sonreí levemente…
—Adiós —dijo por lo bajo y pasó de largo hasta llegar a la puerta.
La abrió y salió dejándome totalmente desconcertado.
Me puse de pie, y me estaba por salir detrás de ella, hasta que Zachary me detuvo.
—Oye, oye —me dijo haciendo que lo mirara —Si se fue así es por algo… déjala.
—Pero… no, no puedo dejarla…
Intenté caminar de nuevo, pero Zachary me volvió a detener.
—Déjala… se fue, ya esta. Ella necesita pensar… déjala —me dijo.
Gruñí por lo bajo y volví a sentarme para terminarme el café. Luego de unas dos horas Zac
decidió irse. Y en esas dos horas, _______ no había salido en ningún momento de mis pensamientos.
La forma en la que se había ido me tenía bastante confundido. Tomé mi teléfono y marque el
número de su celular.
—Hola... -dijo aquella aterciopelada voz.
-______ solo...
—Jaja te engañe...Por cierto soy ______, y en este momento no puedo atenderte. Deja tu mensaje,
despues luego de que lo escuche te devuelvo la llamada…
Colgué y maldije por lo bajo. Tenía el celular apagado. Volví a darle tono al teléfono y marqué
el número de su casa. Sonó, sonó y sonó, pero nadie contesto. Al parecer tampoco estaba en casa.
—¡¿Dónde diablos estas?! —dije algo nervioso. Entonces volví a darle tonó al teléfono y
marqué el número de mi prima. Sonó una, sonó otra.
—¿Hola? —me dijo al atender.
—Taylor —le dije.
—¡Al fin tienes la consideración de llamarme! —me dijo elevando un poco la voz —¿Por qué
demonios haces esas cosas Justin? ¿Cuántas veces te dije que embriagarse por ahí no es la
solución a ningún problema?
—¿Acaso la privacidad de una borrachera ya no existe? —le dije. Ella me dijo unas cuantas cosas
más, pero que las pasé por alto.
Lo único que quería era saber de ella —¿Sabes donde esta ______?
—¿______?
—Si, ______ —dije algo nervioso.
—Se fue a un spa con Gina, estaba bastante estresada —me dijo. Suspiré aliviado. Ella estaba
bien…
—Pero ella, ¿está bien, verdad? —le dije.
—Si, estaba un poco con dolores de nuca, pero por lo demás estaba bien —dijo ella. Y si,
durmió sentada —Dijo que mañana iría a la Universidad un poco más tarde, ya que se quedarían
toda la noche allí.
—Bueno prima, gracias por la información —le dije.
—De nada primito, dentro de un rato voy a casa. Estoy con Emma haciendo unas cosas, ¿sabías que
tu amiguito Richard le pidió de ser la novia? —me dijo. Entonces sentí mi corazón detenerse.
—¡¿Qué?! —le pregunté sin poder creerlo.
No podía creer lo que Tay me estaba diciendo. Richard no pudo haber hecho una estupidez como esa.
—Si, ya tenemos una parejita formada, ¿no son lindos? —me preguntó ella.
—Tengo que hablar con Richard, estoy completamente seguro de que tú me estas mintiendo.
—No, no te estoy mintiendo, ¿Por qué lo haría?
—Porque eres… una…
—¿Una que tonto? Yo no soy nada, y si no me crees llámalo y verás que tengo razón.
—¡Eso mismo haré!
—¡Perfecto! ¡Adiós!
—¡Adiós! ¡Y no llegues muy tarde! —le seguí gritando
—¡Está bien! ¡Cuídate! —utilizó el mismo tono que yo.
Colgó el teléfono y no pudo evitar reír. Taylor siempre encontraba la forma de hacerme reír, hasta en el momento menos pensado.
Como dije que iba a hacerlo, llamé a Rich y lo llené de preguntas. Al final, lo que mi loca prima dijo era verdad. Uno de mis mejores amigos estaba de novio.
¿Entienden eso? ¡DE NOVIO! Y es más, de novio con un angelito diabólico. Pobre de él, el mini infierno que lo espera.
Al día siguiente me levanté con tiempo de sobra para ducharme y desayunar. El maldito lunes ya había llegado, y con el un nuevo comienzo de semana.
Salí de mi departamento y me estaba por prender un cigarrillo. Pero me detuve al recordarla.
—No vuelvan a fumar sin antes haber desayunado…
Como si ella estuviera por ahí, guardé el cigarrillo en la caja y me subí a mi moto para llegar al purgatorio, o sea a la Universidad. Divisé a mis amigos y me acerqué a ellos.
—¿Cómo están? —les pregunté.
—Mejor que tú —dijo Zac.
—¿Por qué? —dije sin entender.
—Por tu cara —me dijo Heaty —Tienes cara de estar muy perturbado…
—No, estoy bien. No tengo nada —dije.
Aunque ellos tenían razón, ayer había estado demasiado preocupado y pensando demasiado en _______. Tal vez yo no me sentía tan así, pero mi rostro demostraba lo contrario.
Divisamos como dos chicas llegaban a las risas. Eran Emma y Taylor. Los ojos de Rich se iluminaron y su cara de idiota apareció de inmediato. La diminuta chica de anteojos y ojos verdes se sonrojo un poco al verlo. ¡Oh dios santo, esto era demasiado cursi!
Rich se acercó a ella y la besó cortamente en los labios.
—Buen día bonita —la saludó.
—Buenos días bonito —le dijo dulce.
—¿Ya dejaron la cursilería? —les pregunté. Taylor rió divertida.
—Te mata la envidia —me dijo mi rubia prima.
—Si no sabes, estoy muriendo —dije irónico.
Todos rieron y comenzamos a caminar para entrar. Miré para mis costados y me faltaba ______. Me faltaba ella…
Llegamos al salón. Emma se fue para su clase avanzada y nosotros cuatro entramos. Nos acomodamos y luego de unos minutos el profesor entró. El profesor de estadística era el hombre más sucio y ordinario que alguna vez yo haya visto en mi vida. De verdad era repugnante. La clase comenzó y traté de concentrar mi atención en otra cosa. No estaba _______ para molestarla, así que me quedaba Taylor para hacerlo. Pero no era lo mismo molestar a mi prima, que molestar a _______.
La puerta del salón se abrió y dirigí mi vista hacia allí. Una radiante _______ entró con una sonrisa de oreja a oreja. Tenía un aura muy distinta al de los otros días. Parecía estar relajada y en completa armonía. Se veía realmente hermosa…
—Tarde señorita Brooks —le dijo el profesor.
—Lo siento —se disculpó ella —Aquí tiene mi permiso por la llegada tarde.
Le tendió el papel y caminó hasta tomar asiento al lado de Taylor. La rubia le dijo algo y ella asintió. Esperé a que se girara a verme, pero no lo hizo.
¿Qué diablos le sucede? ¿Qué fue lo que hice para que ni siquiera me dedicara una mirada?
La clase pasó lenta para mí. El comportamiento de _______ me tenía más que confundido.
El timbré sonó y todos salimos. No dejé de seguir con la mirada a _______, hablaba efusivamente con mi prima. Me alejé de mis amigos y caminé hasta ellas dos.
—¿Qué hacen? —les pregunté.
—¿Sabes? Me llaman en la dirección, luego te sigo contando Tay —dijo sin mirarme.
Comenzó a caminar alejándose de nosotros.
—¿Me puedes decir que demonios le pasa? —le dije a mi prima.
—No lo se —dijo y quiso caminar para alejarse de mí, pero la detuve.
—Si lo sabes, y vas a decírmelo —le dije mirándola amenazadoramente.
—¿Sabes donde puedes meterte tu mirada asesina, verdad? —preguntó y empujó mi brazo para pasar.
—¡Ya vas a querer mi habitación! ¡Ya vas a llorar por ella! ¡Y yo no te la voy a dar! —le dije elevando mi voz, ya que se estaba alejando.
Giré para ir al jardín y fumar un cigarrillo, pero detuve mis pasos al verlo allí mirándome con una sonrisa cínica.
—Te soltaron, Pattinson —le dije.
—No podían tenerme ahí siempre, Bieber —dijo. Reí por lo bajo y lo miré con diversión.

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